domingo, 2 de agosto de 2015

CRITICA DE LA DISCULPA, o el costo de la intolerancia

20/06/2015
"La Disculpa o el costo de la intolerancia", teatralidad en revisión sobre un tema homosexual

Escrita y dirigida por César Rojas con la producción de Aníbal Figueroa, nos muestra la historia de Roberto, quien después de varios años visita a la familia de su pareja Leopoldo, muerto pero presente en todo el dispositivo escénico e interpretativo. Una excusa que se compromete con elocuente trabajo de dirección, interpretes sólidos y comprometidos, para apuntalar un tema... la tolerancia como hipérbole para una sociedad que ha de revisar a fondo,  el contenido de la homosexualidad... 
Por: Julio C. Alcubilla B. 
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Twitter: @editorglobal


El Festival de Teatro Rosa de Caracas, nos permitió en la función de la sala 3 del Celarg, ayer viernes 19, reconocer el alcance de una obra teatral cuya estructura en un solo acto, con intervalos temporales entre el presente y pasado, duración aproximada de noventa minutos; narra la historia de Vito, Rosa, Julio, Leopoldo, Roberto, Penélope  y Ricardo.   Personajes envestidos de melodrama y muy aproximados a la tragedia, nos seducen con a una teatralidad efervescente, visceral, poética. Nos es fácil ser parte y no contagiarnos con el dolor, emociones disparadoras de profundas reflexiones, en una trama cuya acción es enunciativa del desarrollo, carácter y trabajo orquestado a pulso.
 

La mesa está servida, para un reparto que alcanza un encuentro debelador de las más bizarras confesiones. La intriga de Rosa (Weidry Meléndez), pone de manifiesto el conflicto medular que la anima a profesar una personalidad irreductible, progenitora en el discurso interpretativo, de esa visión que la sociedad mantiene como confrontación entre el bien y el mal: síntesis cuestionadora e irreconciliable, sustentada en la idea de las relaciones castigo-recompensa.
 



El  padre Vito (representado por el primer actor Trino Rojas, graduado en Londres), es el personaje  progenitor del vicio y de la exaltación de la derrota,  cuya virtud emerge triunfante en el desenlace. Estas distinciones entre el bien y el mal, entre la recompensa y el castigo, ocurren en el campo moral.

César Rojas Márquez (caraqueño, un poco más de 50 años), dramaturgo, autor de telenovelas, quien ha escrito más de 60 piezas y cerca de unas 20 representadas; en ésta obra se propone involúcranos y educar a la sociedad contemporánea, en torno al valor de la familia, la discriminación  por la elección sexual u homofobia. El  VIH-Sida y el remordimiento tardío, padre quizás adoptivo de múltiples victimas que se avecinan.
 

La historia de una familia relativamente estructurada italo-venezolana nos adentra a una realidad desbastadora, inspirada según su autor por una vivencia que tuvo en los años 90, cuando conoció a una pareja gay con muchos años de "matrimonio". Quienes habían luchado pese a la sociedad y las circunstancias, por ser felices. Pero como muchos, por un desatino de uno, la muerte truncó ese camino... y el SIDA fue la excusa. Enfermedad que a la vez, surge como juicio y anclaje de antivalores, en un colectivo nacional, regional o multinacional,  que considera éste como lógico desenlace de quienes optan por ésa realidad de vida. Esa misma sociedad, es la que condena al sobreviviente de ésta unión a quedarse en la calle, privándole de todos los derechos construidos por la pareja.  Queda en ésta situación tras el funeral del amante,  de su pareja, porque los familiares del difunto se apoderaron de todos sus bienes y también los del vivo, sin mayores explicaciones, frente a la mirada indolente de una Venezuela carente de legislación respectiva.


Este es el argumento, que César Rojas Márquez expone:
 
Roberto, representado sin fisuras, con sobresaliente acento interpretativo y cierta genialidad del gesto, por Anibal Figueroa. Quien visita luego de algunos años a la familia del mismo  sorprende por un trabajo profuso, intenso, abordable a través de algunas célebres técnicas de interpretación teatral, que más adelante comentaré y desplazamientos escénicos ricos en plasticidad y gracia. Roberto le presenta a Penélope, (representada por la también joven actriz Jeniffer Colautti), quien logra adecuadamente su rol y que de seguro alcanzará mayor trascendencia en el proceso, sobretodo en su gestualidad. Ella es la hija que Leopoldo engendró en un vientre "alquilado", el de la hermana de Roberto.  El desenlace surge, cuando luego de una escena, hecha a través de una cena en vivo, en la cual se cocina realmente y se sirve una rica ensalada y una suculenta pasta, se genera el clímax de la obra, por medio del ejercicio de múltiples discusiones y aclaratorias. Generando al final,  la muerte del padre y casi entendimiento total de la familia.

Según declara su autor y director, César Rojas...
"No es fácil digerir la saga de La disculpa porque ha sido construida sobre la pared de papelillo que separa al melodrama de la tragedia, pero tiene un asombroso efecto catársico entre la audiencia".  

La cena de la familia Salvato, es montada en un escenario semicircular, permitiendo que las acciones sea percibidas naturales, integrando al espectador de una manera íntima y esa idea del teatro shakesperiano, del
 "Útero Sensitivo". La actriz Weydry Meléndez, como obelisco de la sociedad intransigente, logra brillantez en su interpretación y ser el hilo conductor de la escena, de alguna manera, es la que coordina o catapulta el ritmo escénico. Leopoldo, como personaje fantástico y hasta cierto punto onírico, además de ser progenitor de una belleza efébica, juega en su efervescencia sensitiva, acariciar la gestualidad de una danza clásica. Es el personaje que nos muestra el realismo mágico, el que atraviesa nuestra conciencia y nos propone ese dolor reflexivo, agudo, que nos compromete.

A manera de conclusión, la gran intensidad dramática de estos personajes, se nos expresa con un conflicto, que se inicia por la  oposición de fuerzas e intereses. El espectador fácilmente entra en el juego representado, se hace imposible no asociarse con el planteamiento profundamente humano y hasta cierto punto pleno de censuras y protestas, de un texto dramatúrgico que se propone ser imperdible.  La vida real de una familia se desnuda, ante una realidad que se suele ocultar, a lo que se ve la vida cotidiana, inmersa en un amplio aunque poético diálogo lleno de reflexiones, pesares, agresividad, algo de humor e ironía. Que quizás el espectador común no haya vivido en su vida íntima, pero que sin embargo no es capaz de eliminar del carácter real de lo que percibe. Esto puede existir, y aunque como espectador pueda darse la intensión de negar esta experiencia, no puede deslastrarse de la carga emotiva e ilusión constante, que propone el  desarrollo de la obra.

Subcódigos complementarios de cada uno de los personajes, el espacio escénico, la ilusión a un espacio reconocible que se divide en cocina y comedor, la intimidad de un hogar, la iluminación que focaliza la atención del espectador en las escenas de mayor peso dramático y el sonido. Pleno de baladas y connotaciones musicales neoclásicas, nos permiten vivir una experiencia cargada de develaciones y trascendencia.

Es un espectáculo que propone por igual, una revisión de las principales técnicas del trabajo interpretativo de actores: La técnica de la imaginación, desarrollada por Stella Adler (1901-1992), según la cual el actor debe creer en su personaje y dejar que su imaginación construya imágenes, sensaciones y toda una historia personal alrededor de él.
Muy presente bajo mi punto de vista en el rol de "Leopoldo", llevado a cabo por el actor Nitay La Cruz. El cual  busca las acciones y encuentra el conflicto humano en ellas. A través de sus gestos y de la imaginación. En muchos momentos se observa en su interpretación, como se desarrolla, la observación del mundo a su alrededor, a través de detalles muy específicos. Creando imágenes reconocibles en su mente, con el fin de lograr las escenas y alcanzando que el público vea a través de sus ojos.


Por otro lado Stanislavski, no fue olvidado para el resto del elenco,  con mayor énfasis en Anibal Figueroa, para su rol de "Roberto", el primer actor Trino Rojas, en su rol de "Vito" y Weydry Meléndez, en  el rol de "Rosa", en los tres se logra  observar la experimentación de sentimientos similares a los del personaje que interpretan, por medio de acciones, con ayuda de la "Memoria Emocional".  En balance menor aunque logrado, Jeniffer Colautti y Omar Churion, en sus roles, logran alcanzar cierto desarrollo, que de seguro será relevante en el proceso, a posterior.
 

La pieza se presentará en la Sala Experimental Sótano 3 de la institución cultural, los jueves y sábados a las 7:30 de la noche, y los domingos a las 6:00 de la tarde.