viernes, 9 de enero de 2009

El Mercader de Venecia (Versión libre para espacio no convencionales)

El Mercader de Venecia.
De William Shakespeare.
Versión Libre de César Eduardo Rojas Márquez.

La acción transcurre entre Venecia y Belmonte.

Personajes:

1. Antonio (Mercader de Venecia)
2. Basanio (Enamorado de Porcia)
3. Porcia (Rica heredera)
4. Graciano (Amigo de Basanio)
5. Nerisa (Doncella de Porcia)
6. Lorenzo (Enamorado de Jesica)
7. Shylock (Judío padre de Jesica)
8. El Dux
9. Tubal (Amigo de Shylock)
10. Jésica (Hija de Shylock)
11. El Francés (mensajero)











Acto I
Primera Escena

UNA CALLE DE VENECIA. LLEGAN ANTONIO Y BASANIO.
BASANIO.- Para hablar largo rato sobre las cosas más inútiles, no tiene Graciano igual en toda Venecia. Sin embargo, estoy muy satisfecho de que esté con nosotros a la hora de la cena. (LLAMANDO) ¡Graciano!
ANTONIO.- Hablemos de otro asunto. ¿Quién es esa hermosa dama por la que pretendes iniciar una secreta peregrinación? Recuerda que has prometido confiármelo todo hoy.
BASANIO.- No ignoras, Antonio, hasta qué punto he disipado mi fortuna. A ti te debo, tanto dinero como amistad, y precisamente mi confianza en esta amistad me impulsa a confiarte los planes y proyectos que he formado para librarme de todas mis deudas.
ANTONIO.- Te suplico, Basanio, que me expliques, y si, como creo de ti, no se apartan las sendas del honor, puedes estar seguro de que mi bolsillo, mi persona y mis recursos se hallan completamente a tu disposición.
BASANIO.- Vive en Belmonte una rica heredera, hermosa, más hermosa que la belleza, y adornada además de las más raras virtudes. Varias veces he recibido mensajes sin palabras de sus encantadores ojos.
ANTONIO.- ¿Su nombre?
BASANIO.- Porcia.
ANTONIO.- Extraño nombre para una frágil damisela.
BASANIO.- Es una ninfa digna, dulce, de hermosos rizos de oro, bella, virginal, por lo que no es de extrañar que el mundo entero sepa admirarla como se merece y que de los cuatro vientos le lleguen pretendientes. ¡Oh, Antonio, amigo... si encontrara tan sólo los medios necesarios para disputársela a esos rivales, yo sé que saldría vencedor...!
ANTONIO.- No ignoras que tengo en este momento toda mi riqueza en el mar, que no me hallo con dinero, y que me sería imposible proporcionarte una cantidad crecida. Sin embargo, calcula cuál es mi crédito en Venecia y ten por seguro que agotaré todos los recursos para que puedas llegar hasta Porcia.

Acto I
Segunda Escena

BELMONTE. UNA HABITACIÓN EN LA CASA DE PORCIA.
ENTRAN PORCIA Y NERISA.
PORCIA.- Estoy cansada.
NERISA.- Por lo que veo los que tienen de todo están tan enfermos como los que se mueren de hambre, de lo cual deduzco que sólo con la medianía se consigue alguna felicidad, y que se vive más cuando nada sobra ni falta.
PORCIA.- Dime: ¿a quién debo elegir? pues debo obedecer los últimos deseos de un padre que no existe ¿No es bien duro, Nerisa, no poder escoger ni desdeñar a ninguno de ellos?
NERISA.- No debes temer, señora, poseer a ninguno de esos señores, porque me han dicho que tienen intención de no importunarte más, a menos que pudieran obtener tu mano por medio de la elección de los cofres indicados por tu padre.
PORCIA.- No hay entre ellos uno cuya ausencia me dé pena y suplico al cielo que les otorgue feliz partida.
NERISA.- ¿No te acuerdas, señora, de un veneciano galán, agraciado e instruido, que vino aquí en tiempos de tu padre, acompañando al marqués de Montferrat?
PORCIA.- Sí, sí, Basanio; así se llamaba, creo.
NERISA.- Es el que me ha parecido más digno de poseer a una mujer hermosa.
PORCIA.- Le recuerdo bien, y recuerdo que era digno de tus elogios.
ENTRA UN CRIADO.
CRIADO.- Señora.
PORCIA.- ¿Qué quieres?
CRIADO.- Los cuatro extranjeros desean despedirse de mi señora y acaba de llegar un mensajero del príncipe de Marruecos, para anunciar que su señor llega esta noche.
PORCIA.- Si pudiera verle llegar con tanto gusto como veo partir a los demás tendría un placer infinito. Ven Nerisa (AL CRIADO) Ve tú adelante. Apenas cerramos la puerta tras un pretendiente, cuando otro llama a la puerta. (SALEN)

Acto I
Tercera Escena

VENECIA. UNA PLAZA.
LOS CABALLOS CIRCULAN POR LA PLAZA.
TODOS.- Somos, el galpón de San Fidel y este es el Mercader de Venecia.
LORENZA.- ¡De William Shakespeare!
TODOS SALEN.



Acto I
Cuarta Escena

ENTRA BASANIO Y SHYLOCK.
SHYLOCK.- ¿Tres mil ducados...? Bien.
BASANIO.- Sí señor; y por tres meses.
SHYLOCK.- ¿Por tres meses...? Bien.
BASANIO.- Y por garantía de esa cantidad, como dije, un recibo de Antonio.
SHYLOCK.- ¿Un recibo de Antonio...? Bien.
BASANIO.- ¿Qué contestas?
SHYLOCK.- Que me parece bien Antonio.
BASANIO.- ¿Tienes algún motivo para pensar lo contrario?
SHYLOCK.- De ningún modo. Cuando digo que me parece bien, digo que ofrece suficiente garantía; pero su fortuna está muy expuesta... los buques no son más que tablas y los marineros hombres. Sin embargo Antonio ofrece suficiente garantía... Tres mil ducados... creo que pueda recibir tu recibo.
BASANIO.- Está seguro de que puedes aceptarlo.
SHYLOCK.- Estoy pensando en los fondos que tengo disponibles, y si mi memoria no me engaña, creo que no podría entregarte inmediatamente los tres mil ducados. Pero no importa; acudiré a mi amigo Tubal, el rico israelita de mi tribu... ¿Quien es ese que viene allá?
BASANIO.- Es Antonio.
SHYLOCK.- (APARTE) ¡Cuánto se parece a un hipócrita! Lo odio porque es cristiano, pero le odio aun más porque es tan necio que presta dinero sin interés. Se burla de mí, de mi comercio, de mis legítimos lucros, que se atreve a clasificar de usura. Caiga la maldición sobre mi tribu si llego a perdonarlo.
LLEGA ANTONIO.
SHYLOCK.- (OBVIANDO A ANTONIO PARA QUE ESTE ESCUCHE) Pero vamos despacio... ¿Por cuántos meses deseas esa cantidad?
BASANIO.- Por tres meses.
SHYLOCK.- Señor Antonio, teníamos el placer de hablar de usted.
ANTONIO.- Shylock, sabes que no acostumbro prestar ni tomar prestado a interés, pero el deseo de servir a un amigo me obliga hoy a faltar a mi costumbre (A BASANIO) ¿Sabe la cantidad que necesitas?
SHYLOCK.- Sí, sí, tres mil ducados.
ANTONIO.- Y por tres meses...
SHYLOCK.- Lo había olvidado. Tres meses... (A BASANIO) Me lo habías dicho. (ANTONIO) Bien, me darás el recibo y lo pensaremos. Pero escucha: me has dicho que no tienes costumbre a prestar ni de pedir prestado a interés.
ANTONIO.- No lo hago nunca.
SHYLOCK.- Señor Antonio, una y mil veces me has maltratado a propósito de mi dinero y de los intereses que hago producir; sin embargo he soportado esos ultrajes encogiéndome de hombros con paciencia, porque la paciencia es el carácter distintivo de mi raza. Impío, me decías. Y escupías mi túnica de judío sin otro modo que el uso que hago de lo que me pertenece. Ahora, por lo que veo, puedo ser útil y vienes a buscarme y me dices : Shylock, quisiéramos dinero. ¡Y me lo dices tú, que me has escupido la cara y me has echado a puntapiés, como se echa de un umbral a un perro sarnoso! ¡Me pides dinero! ¿No tendría derecho a decirte: Acaso tienen dinero los perros? ¿Es posible que un perro sarnoso preste tres mil ducados? ¿O debo bajar la cabeza y debo contestar como un esclavo, con voz humilde y tímido acento: Mi noble señor, escupiste sobre mí el miércoles pasado; otro día me diste un puntapié, y en otra ocasión me llamaste perro; pero en agradecimiento a su cortesía le prestaré dinero?
ANTONIO.- Me dan ganas de llamarte otra vez de la misma manera, de escupirte de nuevo y de darte un puntapié. Si quieres prestar el dinero, préstalo, pero no como amigo. La amistad no hace negocio con la desgracia del amigo. Hazlo como enemigo. Lo necesitamos, y así podrás exigir con más placer nuestro castigo si faltamos a nuestra palabra.
SHYLOCK.- Veo que te has enojado y haces mal. Quisiera ser tu amigo, serte útil y te niegas a oírme. No me parece que mi oferta sea digna de tal desprecio.
ANTONIO.- Por el contrario: es digna de agradecimiento.
SHYLOCK.- Bien, quiero darte una prueba del deseo que tengo de servirte. Ven conmigo a la casa del notario y firmarás allí la escritura. Sin embargo, quisiera que... por una broma tan sólo, se pusiera en el documento la cláusula de que si en tal día y en tal sitio que determinaremos, no me devuelves la suma, o las sumas asignadas, te comprometes a perder una libra de tu carne, que podré cortar de la parte que se me antoje escoger.
ANTONIO.- Consiento. Después de firmar diré que eres muy servicial.
BASANIO.- No, no firmarás por mí un compromiso como ese; prefiero quedarme sin dinero.
ANTONIO.- No temas, amigo mío, que me alcance esa dura condición, porque un mes antes del vencimiento de la cláusula, entrarán en mis arcas capitales nueve veces mayores que el valor del empeño.
SHYLOCK.- ¡Oh, Abraham! ¡Cuánta desconfianza en el prójimo inspira la mala fe a este cristiano! Una libra de carne de un hombre no es tan buena ni tan provechosa como la carne de la vaca, de carnero o de cabra. Si le hago esta oferta de amistad, es únicamente para conquistar su afecto; si acepta, mejor; si no, que haga lo que guste. Suplico que no interpreten mal lo que me induce a hacer mi amistad.
ANTONIO.- Sí, Shylock, firmaré el recibo.
SHYLOCK.- Pues en tal caso vayan a esperarme en casa del notario y denle instrucciones sobre esa chistosa cláusula. Yo voy en tanto a buscar el dinero y dar una mirada por mi casa. Vuelvo en un instante.
SHYLOCK PARTE.
BASANIO.- No me gustan las buenas palabras en boca de un miserable.
ANTONIO.- Sígueme; no hay nada que temer, porque mis buques llegarán un mes antes de vencer el plazo.
BASANIO.- Adelántate, Antonio, y yo te alcanzó enseguida, después de atender a Graciano, quien, muy solemne me ha solicitado esta entrevista para hacerme una petición.
ANTONIO PARTE Y SE ESCUCHA UN HERMOSA MELODÍA. BASANIO DESCUBRE A SU AMADA PORCIA EN UNA VISIÓN. AL FINALIZAR LA MELODÍA, COMO EN UNA VISIÓN PORCIA Y BASANIO CONVERSAN.
BASANIO.- Porcia.
PORCIA.- Hola, Basanio.
BASANIO.- Oh, Porcia, cuánto te amo...
PORCIA.- Estoy esperando por ti... te extraño...
BASANIO.- Pronto estaré contigo, para enfrentarme a la prueba que ha dejado tu padre... porque yo sé que esa prueba es para estar seguro que tú y yo llegáramos a ser felices...
PORCIA.- Llega pronto... porque necesito verte, mi Basanio... necesito verte... Los nobles y mercaderes llegan cada vez con más ímpetu... y piden la prueba... porque todos ambicionan mi fortuna, pero sólo tú quieres mi amor... Llegas pronto, mi amor...
SE ESCUCHA LA VOZ DE GRACIANO
GRACIANO.- (OFF) ¡Basanio!
LA IMAGEN DE PORCIA DESAPARECE POR UN LADO Y GRACIANO LLEGA POR EL OTRO. BASANIO ESTÁ DEMASIADO CONMOVIDO CON LA VISIÓN PARA PRESTARLE LA ATENCIÓN ACOSTUMBRADA A SU AMIGO.
GRACIANO.- Basanio, amigo, tengo una petición que hacerte.
BASANIO.- Concedida.
GRACIANO.- No me la puedes negar. Deseo acompañarte a Belmonte.
BASANIO.- Puesto que lo quieres, no puedo negarme. Pero oye, Graciano: eres demasiado petulante, demasiado brusco y del todo altanero. Esas maneras te van muy bien, y a nuestros ojos no parecen, de ninguna manera, chocantes; pero ahí donde no te conocen pueden pasar por defecto. Te ruego que te tomes el trabajo de moderar la efervescencia de tu carácter con algunas gotas de fría modestia, pues de lo contrario podrías hacer formar mala idea de mí en el sitio adonde voy y podría destruir todas mis esperanzas.
GRACIANO.-Escúchame bien, señor Basanio: si no tomo el aspecto grave y formal, si no mido mis palabras, si no me llevo el libro de oraciones en el bolsillo, si mi mirada no es seria; si cuando den las gracias no respondo Amén, si no suspiro. En una palabra, si no cumplo con todos los deberes, considérame en adelante un hombre indigno de tu amistad.
BASANIO.- Bien; veremos tu conducta
GRACIANO.- Pido una excepción para esta noche, porque supongo que en esta velada no empieza aún mi rol de hombre grave.
BASANIO.- No, y sería una lástima que no nos divirtiéramos. Rogaré, por el contrario, para que vengas con todo tu buen humor, porque he invitado a unos amigos que se proponen reír. Pero adiós; tengo que despachar algunos asuntos.
BASANIO SE VA POR DONDE SE FUE ANTONIO.
GRACIANO.- Yo voy ahora a buscar a Lorenzo y a algunos amigos para reunirnos a la hora de la cena.
ELIPSIS

Acto I
Quinta Escena.
VENECIA. DELANTE DE LA CASA DE SHYLOCK.
ENTRAN SHYLOCK Y LORENZO.
SHYLOCK.- ¡Eh, Jessica! ¡Jessica! ¡Eh, Jessica, digo!
LLEGA JÉSICA.
JÉSICA.- ¿Me llamabas, padre?
SHYLOCK.- Estoy invitado a cenar padre, Jessica. Toma las llaves. ¿Pero por qué acepto? ¿Me invitan acaso por amistad? No, no; quieren adularme. ¡Bah! Iré por odio, para comer a expensas de ese odioso cristiano. Voy con repugnancia; imagino que traman alguna maquinación contra mí, porque esta noche he soñado con sacos de dinero. ¡Y quién es este…?
JESICA.- Es un mensajero que ha enviado el señor Antonio.
LORENZO.- No dejes de ir, señor; mi amo cuenta con tu “desgracia”.
SHYLOCK.- Y yo con la suya.
LORENZO.- Quiere darte una sorpresa. No te diré que verás una mascarada, pero si la ves yo no te lo dije.
SHYLOCK.- ¡¿Con que habrá mascarada?! Oye, Jésica: cierra bien las puertas y cuando pase la música por la calle no te asomes para ver a los necios cristianos. Juro por el báculo de Jacob que no tengo ganas de festejar hoy; sin embargo iré. Adelántate y anuncia mi llegada.
LORENZO.- voy a anunciar su llegada. (EN VOZ BAJA A JÉSICA) Por más que te lo prohíba asómate a la ventana y verás a cierto cristiano digno de atraer la mirada de una judía. (SE VA)
SHYLOCK.- ¿Qué te decía ese imbécil de la tribu de Agar?
JÉSICA.- Me decía: adiós, señora, y nada más.
SHYLOCK.- Ese tonto es un buen muchacho. Vamos, Jessica, entra ya. Es posible que esté inmediatamente de vuelta. Haz lo que te he encargado: cierra bien que quien guarda halla, dice un antiguo adagio. (SE VA)
JÉSICA CANTA UNA DULCE CANCIÓN DE BUENAS NOCHES.
JÉSICA.- Adiós, y si la fortuna no me es adversa, habré perdido yo un padre y tú una hija.
Acto I
Sexta Escena.
VENECIA. EXTERIOR DE LA CASA DE SHYLOCK.
LLEGA POR UN LADO GRACIANO Y POR EL OTRO LADO LORENZO.
LORENZO.- Perdonad, amigos, si te he hecho esperar; mis negocios y no mi voluntad han sido las causas de mi tardanza. Si algún día se te antoja robar esposas esperaré con gusto por ti. Acerquémonos: es la casa de mi padre, el judío ¡Hola! ¡¿No hay nadie?!
JÉSICA APARECE EN LA VENTANA VESTIDA DE PAJE.
JÉSICA.- ¿Quién eres? Dilo para mayor seguridad, aunque puedo jurar que te conozco la voz.
LORENZO.- Soy Lorenzo. Tu amor.
JÉSICA.- Lorenzo, es verdad; y mi amor, también es verdad, porque no existe en el mundo un ser a quien ame más que a ti. ¿A quien más que a ti pertenezco, Lorenzo?
LORENZO.- El cielo y tu corazón son testigos que me perteneces.
JÉSICA.- Me alegro de que la noche sea oscura y no puedas verme, porque me avergüenzo de este disfraz. Pero el amor tiene una venda y los amantes no pueden ver las bellas locuras que cometen. Si no fuera así, el mismo Amor se ruborizaría al verme disfrazada de paje.
LORENZA.- Baja, porque llevarás mi antorcha.
JÉSICA.- ¿Me harás iluminar mi vergüenza? ¿No está suficientemente a la luz? ¿Me obligarás a alumbrarla cuando debería estar en las tinieblas?
LORENZO.- Estas oculta, amada mía, bajo el gracioso disfraz de ese paje. Pero baja, que pasa la noche y en la casa de Basanio nos esperan para cenar.
JÉSICA SALE DE LA CASA DEL JUDÍO.
LORENZO.- En marcha, señores, en marcha. Nuestros amigos de mascarada nos esperan.
LORENZO SALE CON JÉSICA. GRACIANO SE QUEDA SOLO. LLEGA ANTONIO.
ANTONIO.- ¿Quién va?
GRACIANO.- ¿Eres tú, Antonio?
ANTONIO.- ¡Graciano! ¿Dónde están los demás? Son las nueve, y todos los amigos nos aguardan. Es preciso renunciar esta noche a la mascarada; el viento es favorable y acaba de embarcarse Basanio.
GRACIANO.- ¡Me alegro de lo que me anuncias, pues mi único deseo es poder partir esta misma noche!
SE VAN JUNTOS.
Acto I
Séptima Escena
BELMONTE.
PORCIA Y NERISA LLEGAN DEL SALÓN CONTIGUO. VIENEN EXHAUSTAS POR LA PRUEBA.
MENSAJERO.- ¡Señora! ¡Señora! ¡¿Dónde estás, mi Señora?!
PORCIA.- Aquí. ¿Qué ocurre?
NERISA.- Acaba de llegar a la puerta de tu casa... Un joven veneciano... ¡¡Señora... veneciano!! Que se ha adelantado para anunciar... la llegada de su amo... ¿Señora... será...?
PORCIA.- No prosigas. Nerisa, ardo en deseos de hablar con ese mensajero de amor.
NERISA.- ¡Dios del amor, que sea Basanio! Y que haya traído consigo a mi graciano
SE VAN.
FINAL DEL PRIMER ACTO.

Acto II
Primera Escena
VENECIA. UNA CALLE.
SHYLOCK.- ¿Qué noticias me traes, Tubal? ¿Has encontrado a mi hija?
TUBAL.- Mis pasos me han conducido a muchos sitios donde se hablaba de ella, pero no he podido encontrarla.
SHYLOCK.- ¡Ay! Veamos lo que he perdido. En primer lugar un diamante que me había costado dos mil ducados en Francfort. Además, dos mil ducados y otras alhajas, ¡Ah! Muy preciosas alhajas. Pérdida sobre pérdida. ¡No hay desgracia que no caiga sobre mí! No hay lágrimas como mis lágrimas.
TUBAL.- Te equivocas; otros también tienen sus disgustos, y Antonio entre ellos, según me han dicho en Génova...
SHYLOCK.- ¡¿Qué, qué, qué? ¿Una desgracia?
TUBAL.- Ha perdido el buque que venía de Trípoli.
SHYLOCK.- ¡Gracias a Dios! ¡¿Estás seguro?!
TUBAL.- He hablado con dos marineros que se han salvado del naufragio.
SHYLOCK.- ¡Buenas noticias! ¿Pero dónde te lo han contado? ¿En Génova?
TUBAL.- Y en Génova me contaron también que tu hija se ha gastado ochenta ducados en una noche.
SHYLOCK.- ¡Me traspasas el corazón con un puñal! ¡No recobraré jamás mi oro! ¡Ochenta ducados en una noche! ¡Ochenta ducados!
TUBAL.- Los acreedores de Antonio aseguran que no puede evitar la banca rota.
SHYLOCK.- Me alegro mucho de eso; le haré padecer, lo torturaré. Me alegro.
TUBAL.- uno de ellos me ha enseñado un anillo que le ha dado tu hija...
SHYLOCK.- ¡Maldita sea! ¡Me atormentas, Túbal. Era mi turquesa. No habría dado por todo un desierto lleno de monos.
TUBAL.- Pero Antonio está arruinado sin remedio.
SHYLOCK.- Sí, sí, es verdad, es muy cierto. Anda Túbal, es preciso que avises al magistrado, porque si ese hombre deja de existir mi negocio prosperará en Venecia. No tardes Túbal; nos reuniremos en la sinagoga. En la sinagoga.
SE VAN POR DIRECCIONES CONTRARIAS.

Acto II
Segunda Escena.
BELMONTE. UNA SALA DEL CASTILLO DE PORCIA.
ENTRAN PORCIA, BASANIO, NERISA, GRACIANO.
PORCIA.- No te apresures; porque si eligieras mal tendría que renunciar a verte y un sentimiento me dice que no quiero perderte...
BASANIO.- Déjame escoger, porque el estado en el que me encuentro es un tormento.
PORCIA.- Elige entonces: uno de ellos me contiene y si me amas sabrás encontrarme. Ustedes, manténganse a distancia.
MIRA A BASANIO REFLEXIONAR FRENTE A LOS TRES COFRES.
BASANIO.- Las más brillantes apariencias, pueden ocultar las más vulgares realidades. El mundo vive siempre deslumbrado. Por eso te rechazo en absoluto, oro, alimento de Midas; y a ti plata, pálido y vil agente entre el hombre y el hombre; pero a ti, débil plomo, que amenazas más bien que prometes, tu sencillez me convence más que la elocuencia, y es a ti al que escojo. Qué sea dichosa la consecuencia de esta elección.
PORCIA.- Cómo se disipan en el aire todas las pasiones que me agitaban.
BASANIO.- (ABRE EL COFRE) ¿Qué es lo que encuentro aquí? ¡El retrato de Porcia! Este papel contiene el fallo de mi destino. Lee para mí Graciano.
GRACIANO.- Tú que no eliges por la apariencia, eres afortunado. Ya que logras tanta fortuna, conténtate y no busques otra. Si estás satisfecho y consideras tu elección como una dicha, vuélvete hacia la señora de tus pensamientos y reclámala con un beso.
BASANIO.- ¡Bello papel! ¡Hermosa Porcia! (LA BESA) Tal es, bellísima dama, el estado en el que me encuentro en este momento, y no sé si debo dar crédito a mis ojos antes de que lo hayas confirmado y ratificado todo.
PORCIA.- Soy tal como me ves, señor Basanio y no abrigo deseos ambiciosos, ni aspiro a nada más. Hace un instante era mi única dueña, pero ahora, señor: esta casa, estos criados y la mujer que tiene delante, todo te lo doy con este anillo; no te separes de él, porque si lo perdieras o lo das, sería el presagio de la ruina de nuestro amor y un motivo para quejarme de ti.
BASANIO.- Cuando este anillo se separe de mí, mi alma se habrá separado de mi cuerpo y podrás decir, sin temor a equivocarte, no existe Basanio.
GRACIANO.- Ni Graciano.
NERISSA.- Ni Neriza.
(SE BESAN)
NERISA.- Señor y señora; ahora nos corresponde a nosotros exclamar con júbilo: ¡Sean eternamente venturosos!
GRACIANO.- Señor Basanio, y tú, noble dama, les deseo muchas felicidades, y cuando sus señorías solemnicen el contrato de su enlace, les pido me permitan casarme al mismo tiempo.
BASANIO.- Con gusto, con tal de que consigas encontrar esposa.
GRACIANO.- Gracias, señor; tú mismo me has hecho encontrar una. Mis miradas son perspicaces como las tuyas. Tu contemplas el ama; yo contemplo a la doncella. Tu amas, yo amo también, y como tú, estoy dispuesto a no aplazar mi dicha.
PORCIA.- ¿Es eso verdad, Nerisa?
NERISA.- Sí, señora, si tal es su gusto.
BASANIO.- ¿Hablas con sinceridad, Graciano?
GRACIANO.- Hablo con el corazón.
BASANIO.- Su unión contribuirá a embellecer las fiestas de nuestra boda.
LLEGA LORENZO, JÉSICA Y LORENZO.
BASANIO.- Con tu permiso, querida Porcia, digo a mis amigos que son bienvenidos.
PORCIA.- y repito tus palabras, mi señor, sean bienvenidos.
LORENZO.- Doy las gracias. En cuanto a mí, mi señor, no tenía intención de venirte a visitar aquí, pero el señor Antonio me envía con urgencia con esta carta para el señor Basanio. En ella te explicará la situación que se encuentra.
LE ENTREGA LA CARTA A BASANIO Y ESTE SE REITRA PARA LEERLA.
GRACIANO.- Nerisa, obsequia a esta extranjera y demuéstrale que nos encontramos contentos con su venida. La mano, Lorenzo. ¿qué noticias traes de Venecia? ¿cómo esta el generoso Antonio?
SE APARTAN.
PORCIA.- En esa carta hay tristes noticias que hacen palidecer a Basanio. ¡Se pone pálido! Basanio, soy la mitad de ti mismo y debo participar del dolor que te produce esa carta.
BASANIO.- Porcia, querida, esta carta contiene malas noticias. Cuando te declaré mi amor, no te oculté que la sangre que circula en mis venas era mi única riqueza, y que era noble, no te engañé. Cuando te dije que no tenía nada he debido decirte que poseía menos que nada, porque estoy obligado a un amigo fiel, quien, para atender mis necesidades le pidió dinero a su más encarnizado enemigo. ¿Ves esta carta? Su papel es el cuerpo de mi amigo, y cada letra una herida por donde brota su sangre y su vida. ¿Lorenzo, entonces es cierto; todos sus negocios han fracasado? ¿Ni uno solo ha salido bien? ¿Ninguno de sus buques ha vuelto?
PORCIA.- ¿Cuánto debe al judío?
BASANIO.- Le debe, por mí, tres mil ducados.
PORCIA.- ¿No le debe más? Pues dale seis mil y que rompa el recibo; dupliquen los seis mil; tripliquen la suma, antes de que tu amigo pierda uno sólo de sus cabellos a causa de Basanio.
JESICA.- ¡¡Mi papá se va a poner contento!!
PORCIA.- Me acompañarás antes a la iglesia para darme el título de esposa; partirás después para Venecia para salvar a tu amigo, porque no entrarás en mi lecho con inquietud en el alma. Tendrás oro suficiente para pagar esa miserable deuda.
Todos.- ¡¿Miserable?!
PORCIA.- Cuando la hayas pagado vuelve con ese amigo fiel. En tanto, Nerisa y yo viviremos como solteras. Me has costado caro y caro quiero amarte. Ahora prepárate para la boda.
BASANIO.- Lo haré sin tardanza.
BASANIO Y GRACIANO SALEN.
LORENZO.- Señora, te has formado una idea justa y noble de la santa amistad.
PORCIA.- Nunca me he arrepentido de una buena acción. Jésica, deseo encargarte de una noble empresa.
JÉSICA.- Señora, no tienes más que indicarme cuál es.
PORCIA.- Luego de la boda y de la partida de mi esposo, pongo en tus manos la administración y el cuidado de mi casa, hasta que regrese Basanio. En cuanto a mí, he manifestado secretamente al cielo el deseo de vivir en soledad y en oración, acompañada solamente de Nerisa, hasta que vuelva mi esposo y señor. A dos millas de aquí hay un monasterio y allí iremos a retirarnos.
JÉSICA.- Señora, acepto con todo mi corazón; siempre obedecerá las órdenes que me dictes.
PORCIA.- Adiós Jessica.
SALEN LORENZO Y JÉSICA.
PORCIA.- LORENZO, la prueba de amistad y fidelidad a mi futuro esposo y sus amigos me permite pedirte una para mí.
LORENZO.- A sus órdenes, señora.
PORCIA.- Partirás sin dilación a Padua y le entregarás una carta que te entregaré enseguida a mi primo, el doctor Belario. Él te dará unos trajes y unos papeles y sin perder tiempo los llevaras al puerto de donde salen los buques a Venecia. No pierdas tiempo en palabras: Yo llegaré antes que tú a Venecia.
LORENZO SE VA.
NERISA.- ¿Señora, y ellos nos verán?
PORCIA.- Sí, Nerisa, pero con un traje que les hará creer que estamos provistas de lo que nos falta.
NERISA.- ¿Vamos a cambiarnos para semejar hombres?
PORCIA.- Te explicaré todo el proyecto cuando estemos en el coche. No tardemos, recuerda que antes tenemos que celebrar nuestras nupcias.



Acto II
Tercera Escena.
VENECIA. UNA SALA DE JUSTICIA.
LLEGAN EL DUX, ANTONIO, BASANIO, GRACIANO, LORENZO Y OTROS.
DUX.- Ha llegado a Venecia este Abogado y su asistente en nombre del señor Belario ¿Conoces la causa que está pendiente en este tribunal?
SE HACE EVIDENTE PORCIA VESTIDA DE HOMBRE.
PORCIA.- Por completo. ¿Quién es el mercader? ¿Quién es el judío?
DUX.- Acérquense.
PORCIA.- El proceso que sigues es de extraña índole, pero está en tu derecho y las leyes de Venecia no pueden deshacer la demanda. (A ANTONIO) ¿Reconoces la escritura?
ANTONIO.- La reconozco.
PORCIA.- es preciso que el judío se muestre clemente.
SHYLOCK.- ¿Por qué obligación?
PORCIA.- La clemencia hace tanto bien al que la da como al que la recibe.
SHYLOCK.- Reclamo la ley, la pena y las condiciones del convenio.
PORCIA.- ¿No puede pagar lo que te debe?
BASANIO.- Sí, yo le ofrezco la suma triplicada.
PORCIA.- Shylock, te ofrecen triplicar la suma.
SHYLOCK.-. Que se cumpla lo estipulado.
ANTONIO.- Suplico al tribunal que sentencia sin demora.
PORCIA.- Descúbrete el pecho, Antonio.
SHYLOCK.- Sí, su pecho. El convenio lo dice. Cerca del corazón.
PORCIA.- Acércate, mercader. ¿Qué tienes que decir?
ANTONIO.- Muy poco. Estoy armado de valor y pronto a morir.
PORCIA.- Te pertenece una libra de carne de este mercader; el tribunal te la concede, la ley te la da.
SHYLOCK.- Oh, juez irreproachable.
PORCIA.- Y debes cortarla de su pecho; la ley te la da, el tribunal te la concede.
SHYLOCK.- Sapientísimo juez. ¡He allí una sentencia! Prepárate, Antonio.
PORCIA.- aguarda un momento, aún no he terminado. El convenio te concede solamente una libra de carne, pero no te concede una sola gota de sangre. Toma, pues, la libra de carne, pero si al cortarla viertes una sola gota de sangre cristiana, tus bienes, según la ley de Venecia, serán confiscados en beneficio del Estado.
GRACIANO Y NERISSA.- ¡Que juez tan equitativo! ¡Qué juez tan sabio, judío!
SHYLOCK.- ¿Dice eso la Ley? Pues bien, acepto la oferta; que me paguen triplicada la suma y que pongan en libertad al cristiano.
BASANIO.- Aquí está el dinero.
PORCIA.- Espera... Se ha de hacer justicia en regla al judío. No nos apresuremos; se le pagará solamente lo estipulado en el convenio.
GRACIANO.- ¡Qué juez tan equitativo! ¡Qué juez tan docto, judío!
SHYLOCK.- ¡¿Cómo?! ¿Ni siquiera conseguiré mi capital?
PORCIA.- No conseguirás más que lo estipulado en tu convenio, pero si lo tomas será a tu cuenta y riesgo.
SHYLOCK.- En tal caso, que el diablo le dé el recibo. No quiero seguir aquí discutiendo.
PORCIA.- un momento, judío; la justicia tiene otro derecho sobre ti. Está escrito en las leyes de Venecia, que si se prueba que un extranjero ha atentado directa o indirectamente contra la vida de un ciudadano, ha de embargarse la mitad de sus bienes, para dársela a quien pudo ser su víctima; la otra mitad ha de entrar a las arcas del Estado, y únicamente el Dux puede perdonarle la vida. Así, pues, arrodíllate e implora la piedad del Dux.
GRACIANO.- Pide que te permita ahorcarte a ti mismo…
DUX.- para que veas la diferencia que existe entre tus sentimientos y los nuestros, te perdono la vida antes de que lo pidas; pero la mitad de tus bienes pertenecen a Antonio y la otra mitad ha de entrar a las arcas del Estado.
ANTONIO.- Pido a monseñor el Dux y al tribunal que le deje la mitad de sus bienes Impongo, sin embargo dos condiciones: la primera, que en reconocimiento a este beneficio se haga cristiano en el acto, y la segunda, que en presencia de este tribunal haga donación de todo lo que posee a favor de su hijo Lorenzo y su hija Jésica.
DUX.- Lo hará. O revoco la gracia que se le acaba de conceder.
PORCIA.- ¿Estás satisfecho, judío?
SHYLOCK.- Estoy satisfecho.
PORCIA.- (A NERISA) Asistente escribano, extiende la escritura de donación.
SHYLOCK.- Déjenme salir de aquí, por piedad. No me siento bien. Envíen las escrituras a mi casa y las firmaré.
DUX.- retírate, pero no dejes de firmar.
SE VA SHYLOCK.
DUX.- (A PORCIA) Caballero, te invito a comer conmigo.
PORCIA.- Suplico a su Gracia que se digne a excusarme. Debo partir hoy mismo para Padua y conviene que me ponga en camino de inmediato.
DUX.- Siento que no tengas más tiempo. Antonio, recompensa a este caballero por su trabajo, porque creo que has quedado obligado con él.
SE VA EL DUX.
PORCIA.- La satisfacción es la mejor recompensa.
BASANIO.- Permíteme, caballero, que haga el último esfuerzo para convencerte. Acepta de nosotros algún recuerdo, no como retribución, sino como un tributo de nuestra gratitud.
PORCIA.- A tales instancias no puedo negarme. (A ANTONIO) Dame los guantes y los llevaré en testimonio de tu amistad. (A BASANIO) Reclamo también ese anillo. No escondas la mano, no quiero nada más, y tú amistad no me la negará.
BASANIO.- Este anillo tiene para mí un precio que depende no de su valor real. Buscaré el anillo más precioso que haya en Venecia y te lo daré, pero perdona si me niego a darte este.
PORCIA.- Veo, caballero, que eres liberal solo para ofrecer. Me has enseñado primero a mendigar y ahora me enseñas como se trata a los mendigos.
BASANIO.- Amigo, este anillo es regalo de mi esposa, y cuando me lo puso me hizo jurar que nunca lo vendería, daría, ni lo perdería.
PORCIA.- Ingeniosa excusa, pero si tu esposa no es loca, cuando sepa cómo he merecido ese anillo, no te reprenderá. Dios les guarde.
LE QUITA EL ANILLO Y SE VA PORCIA SEGUIDA DE NERISSA
BASANIO.- Corre, Graciano. procura hacerle venir a casa de Antonio.
BASANIO.- Vamos a tu casa, mañana iremos al Belmonte.

Acto II
Cuarta Escena.
UNA CALLE DE VENECIA.
PORCIA Y NERISA LLEGAN.
PORCIA.- Pregunta dónde vive el judío y hazle firmar la escritura. Esta noche partiremos y llegaremos a Belmonte antes que nuestros esposos. Ese escrito será el regalo que le haré a Lorenzo.
LLEGA GRACIANO.
GRACIANO.- Mi buen señor, felizmente te encuentro. El señor Basanio, después de reflexionar mejor, te envía este anillo y te convida, además a cenar.
PORCIA.- Me es imposible, pero acepto con agradecimiento el anillo, dile así. Me harías un gran favor si le indicas a este joven la casa del judío Shylock.
GRACIANO.- Con mucho gusto.
NERISA.- Caballero, permíteme que le hable dos palabras a mi señor Voy a ver si puedo quitarle yo también el anillo que prometió conservar por siempre.
PORCIA.- Te aseguro que lo conseguirás. No te detengas. Ya sabes dónde te aguardo.
NERISA.- Vamos, caballero. Enséñame esa casa.
FIN DEL SEGUNDO ACTO.

Acto III
Primera Escena.
BELMONTE. UNA AVENIDA HACIA LA MORADA DE PORCIA.
LLEGAN PORCIA Y NERISA.
LORENZO.- Querida señora, bienvenida a su casa.
PORCIA.- Hemos ido a orar por el buen éxito de la empresa de nuestros esposos, y esperamos que nuestras oraciones les hayan auxiliado. ¿Regresaron?
LORENZO.- Aún no, pero ha llegado un mensajero anunciando su regreso.
PORCIA.- Lorenzo, advierte a los criados que no digan nada de nuestra ausencia.
LORENZO.- No seremos indiscretos, no temas.
LLEGAN GRACIANO, BASANIO, ANTONIO Y LORENZO.
PORCIA.- Bien venido seas, amado mío.
BASANIO.- Gracias, señora. Recibe cual se merece a mi amigo, porque el caballero que te presento es Antonio, a quien debo infinitas obligaciones.
GRACIANO Y NERISA HABLAN APARTE.
PORCIA.- Se las debes en afecto.
ANTONIO.- Y ha correspondido a ellas dignamente.
PORCIA.- Bienvenido a nuestra casa, caballero.
GRACIANO.- Me acusas injustamente.
PORCIA.- ¿Qué es eso? ¿Una disputa ya? ¿Qué sucede?
GRACIANO.- Se trata de un miserable anillo de oro que me regaló.
NERISA.- Juró que lo llevaría hasta la muerte, y dice que se lo dio a un pasante de abogado. ¡Estoy segura que el pasante no tenía un solo pelo en la barba!
GRACIANO.- Juro que se lo di al pasante y no pude negarme.
PORCIA.- Creo que hiciste muy mal al desprenderte del primer regalo de tu matrimonio tan a la ligera. Ese anillo que te dio tu esposa era un juramento que has debido clavar en tu piel. Yo también di un anillo al hombre que amo y lo hice jurar que nunca se desprendería de él. ¿No es verdad, Basanio? Tiene razón tu esposa en quejarse, Graciano, si me sucediera a mí, me volvería loca de pena.
GRACIANO.- el señor Basanio regaló su anillo a un abogado que se lo merecía.
Fue entonces cuando el asistente me pidió el mío como retribución de su trabajo y ni el uno ni el otro quisieron aceptar más que los anillos.
PORCIA.- ¿Qué anillo regalaste, mi señor? Supongo que no será el que te di.
BASANIO.- Si pudiera añadir la mentira a mi primera falta, negaría el hecho, pero te confesaré que no tengo el anillo.
PORCIA.- Ya veo, ni tienes anillo en el dedo, ni sinceridad en tu corazón. Juro que no ejercerás el derecho de esposo hasta que recobres el anillo.
NERISA.- Lo mismo digo yo.
BASANIO.- Si supieras a quién, por quién y por qué moderarías tu enojo.
PORCIA.- Si hubieras reconocido el valor de ese anillo o la mitad de lo que vale la que te lo dio; si hubieras sabido que dependía tu honra de él, no lo hubieras regalado tan fácilmente ¡Qué mueras si has reglado tu anillo a alguna mujer!
BASANIO.- No, señora; juro por mi honor que se lo di al doctor que me pidió el anillo. ¿Qué podía hacer, Porcia? Si hubieras estado presente, me hubieras pedido el anillo para dárselo tú al digno doctor.
PORCIA.- Procura que ese doctor no ponga los pies sobre esta morada y no pases una sola noche fuera de casa, porque si me dejas sola, juro por mi honor, que hasta hoy he conservado intacto, que consideraré a ese doctor como mi esposo.
NERISA.- Y yo a su pasante.
ANTONIO.- Siento ser la causa de ese disgusto.
PORCIA.- No te aflijas, caballero, a pesar de todo eres bienvenido.
ANTONIO.- Había empeñado mi cuerpo en interés de tu esposo, y sin el auxilio del hombre que ahora posee el anillo, habría muerto. Estoy dispuesto nuevamente a empeñar mi vida para demostrar que tu esposo no faltará jamás a ningún juramento.
PORCIA.- Serás entonces su fiador. Dale este anillo y aconséjale que lo conserve mejor que el otro.
ANTONIO.- Toma Basanio. Y jura que conservarás este anillo.
BASANIO.- ¡Es el que le di al doctor!
PORCIA.- que me lo regaló a mí. Perdóname, Basanio, pero provisto de este anillo, pasó una noche conmigo.
NERISA.- Perdóname, Graciano, porque provisto de ese anillo el pasante del doctor pasó también una noche conmigo.
BASANIO Y GRACIANO.- ¿Cómo? ¡¿Hemos sido engañados antes de merecerlo?!
PORCIA.- No uses ese lenguaje tan grosero. Veo que estás lleno de asombro. Toma esta carta y léela despacio; es de Padua, la ha escrito Belario. En ella verás que Porcia era el doctor en leyes y Nerisa mi asistente. Lorenzo y Jésica puede atestiguarte que partí el mismo día que ustedes, que acabo de llegar y que ni siquiera he entrado aún a mi casa. (TR) Antonio, alégrate, tengo que anunciarte buenas noticias. Abre sin dilación esta carta y verás en ella que acaban de llegar a puerto tres de tus buques con un rico cargamento.
ANTONIO.- Mudo estoy de asombro.
BASANIO.- ¿Eras el doctor y no te reconocí?
GRACIANO.- ¿Y tú el pasante?
PORCIA.- Lorenzo, Nerisa tiene encargo de entregarte un documento que no te molestará.
NERISA.- Aquí lo tienes, para ti y para Jessica, una escritura en regla, en la que el judío Shylock, le deja cuanto posee cuando muera.
LORENZO Y JÉSICA. Hermosas señoras, inundan de maná nuestro camino hambriento.
PORCIA.- La mañana se acerca. Entremos, hagan preguntas y responderemos con toda fidelidad.
GRACIANO.- Así sea. La primera pregunta que contestará mi Nerisa, será si prefiere esperar la noche o irse a acostar enseguida.
PORCIA Y NERISA.- ¡¡Enseguida!!

Fin
Versión Libre de César Eduardo Rojas Márquez
dedicada a Carlos Giménez

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